El cine francés provoca en mi sentimientos enfrentados. Los cineastas galos son capaces de hacer lo mejor y también de regodearse en lo peor y en lo más infame del arte cinematográfico. Pero si se es capaz de separar el polvo de la paja. Cosa que por otro lado no es muy complicada ya que sus pelis malas son muy muy malas. Entonces aflora el verdadero cine, el talento y la grandeza de un país que ha dado algunos de los mejores cineastas de la historia, que ha acogido a otros tantos y que ha exportado talento allá por donde a ido.
Y tú querido lector te preguntarás a qué viene esta disgresión cinefila, pues es muy sencillo.
Hace unos días vi una película a la que no había regresado desde nuestro primer encuentro allá por los primeros años ochenta. El título es Nous ne vieillirons pas ensemble (No envejeceremos juntos) del director Maurice Pialat y rodada en 1972.
Este título enfrenta a dos amantes ante el final de su amor, de un amor que se resiste a morir. En la película nos hallamos frente a los últimos coletazos de una relación que patece que fue placentera, aunque destructiva, en la que hubo cariño y dominación, amor y odio, y sobre todo sexo. Pero una reación en la que ya apenas queda nada de ninguna de esas cosas.
Pero si esa relación fue todo lo dicho, también lo fue neurótica, excesisva y desequlibrada. En ella él domina, exige y maltrata y ella se somete, ama y también abomina del hombre que la subyuga.
Maurice Pialat utiliza un lenguaje descarnado y un estilo cuasi documental, en el que huye de cualquier alarde formalista y en el que su única pretensión es la profundización en el vínculo entre estos dos personajes dependientes y sumidos en una relación de amor-odio que en ocasiones roza lo grotesco y lo absurdo.
A lo largo de sus 103 minutos de duración Jean (Jean Yanne) y Catherine (Marlene Jobert) se enfrentan a diversas situaciones que les irán enfrentando en su desamor y a los impedimentos que ellos mismos se imponen para impedir un final anunciado.
De modo que tras el visionado de la película no pude contenerme y escribí mis propios versos sobre esa situación tan desolada como amarga que es el final del amor. La muerte amorosa entre personas que se han querido hasta una dependecia enfermiza y anuladora de la personalidad tanto del dominante como de la dominada.
Si te apetece dar tu opinión no dudes en hacerlo en los comentarios que encontrarás al final del texto. Me encantará conocer tus opiniones sobre este poema y el tema tratado en él.
Desnuda junto a ti.
Ella despierta lentamente
como quien regresa de un viaje
largo, incómodo y sin destino.
Le observa a él que aún dormita y
resopla con la cadencia de un desahuciado.
Ella recorre con su mirada
todos y cada uno de los rincones
de una habitación carente
de vida y ausente de recuerdos.
El griterío infantil se filtra
entre los visillos agitados
por la brisa de la tarde.
El bullicio se confunde
con los ronquidos fatigados de él.
En un transistor lejano Raphael
canta algo sobre su Gran Noche,
ella suspira con una mueca de nostalgia.
¿En qué piensas?
pregunta él al regresar a la vigilia.
Ella mantiene unos instantes su silencio,
él sospecha que algo ocurre.
¿Estás bien ?
Pregunta de nuevo.
No me gusta tu dormitorio,
no hay ningún signo de amor en él,
lo observo y solo veo tu vacío.
¡Pero… !
quiere intervenir él.
Hace tres años, cuando
me desvestí aquí por primera vez,
apenas veía nada que no fueras tú.
Ha pasado el tiempo y
estoy aquí, desnuda junto a ti,
y me siento lejos, desvalida y
tú ya no estás a mi lado.
Observo tu habitación y no
encuentro la felicidad que sentí
en otro tiempo no tan lejano.
Miro nuestra foto en Sevilla,
olvidada sobre el aparador
y caigo en la cuenta de que es el
único signo de que en
algún instante de nuestras vidas
compartimos nuestro amor.
Estas sábanas que tantas veces
nos arroparon en el querer,
ahora solo ocultan mi desengaño.
Estas sábanas que tantas veces nos arroparon en el querer, ahora solo ocultan mi desengaño. #OriolVillar #Poesía Compartir en X
Pero ya no te quiero.
Te quiero menos y ya
no me gusta sentirte dentro.
Ni quiero sufrirte encima.
Ni quiero oler tu olor,
ni saber tu sabor.
Me levantaré de esta cama,
recogeré mi ropa ordenada sobre la silla,
me vestiré y abandonaré esta casa
por siempre jamás.
Y prometo. Es más juro,
que desde el instante
en el que deje atrás
este edificio, nuestro amor y a ti,
prometo que lucharé
cada instante del resto de mi vida
por alcanzar la felicidad.
No cejaré hasta hallar
ese estado de plenitud
que el tiempo, la rutina y el tedio
me han robado en cada
día que he pasado contigo
y en cada noche
que he dormido a tu lado.
© “Desnuda junto a ti” es un poema de Oriol Villar-Pool
Mi querido y desconocido Oriol. Dices que eres un hombre y tengo que creerte, pero me ha asombrado la maestría con la que te aproximas al universo femenino y a los entresijos de la pérdida del amor.
Y hago hincapié en mi sorpresa por tu condición masculina, pues en estos tiempos de luchas absurdas de sexos y de ataques absurdos a los clichés y arquetipos, tú con tus textos demuestras que se puede encontrar algo y lo contrario en la misma persona.
Tras leer este poema tan hermoso, sólo me queda decrite que hubiera sido un auténtico placer compartir esas ´»sabanas» con alguien capaz de compreder con tanta sensibilidad lo que eso puede llegar a significar para la otra persona.
Mi querida y desconocida Nuria. me abruman tus palabras y me excitan tus insinuaciones.
También creo que vivimos en tiempos de estupidez extrema y que todos nos juzgamos a tofos por juicios temerarios y prejuicios malintencionados.
Conozco hombres cultos, sensibles, cariñosos y educados y mujeres que son un compendio de mal gusto, la ordinariez y zafiedad…
Pero también conozco el caso contrario.
De modo que sólo me cabría decir que estaría fijarnos nen las personas y no en la gente.
Estaría bien olvidar los prejuicios y esperar a conocer a los demás antes de juzgarlos.
Estaría bien escuchar antes de hablar y sonreir en vez de gruñir.
Si todo esto ocurriera así el mundo, no lo dudes, sería otro, sería un mundo mejor, un mundo en el que apetecería vivir.
Respecto al hecho de compartir «esas sábanas» , nunca se sabe qué es lo que nos puede deparar la vida.
¡Vaya usted a saber!
Le deseo….
…lo mejor