Hace unos pocos días caminaba meditabundo por las calles de mi ciudad. Vagaba absorto en mis pensamientos cuando vi acercarse hacia mi al Maestro de Yoga y escritor Ramiro Calle. Paseaba acompañado por su pareja. Le observé con detenimiento, pues aun sin conocernos, para mi Ramiro Calle había significado a traves de sus libros, de sus enseñanzas y de su actitud, un referente a la hora de afrontar una vida que no siempre es amable con uno mismo.
Aquel encuentro fue fugaz y salvo un furtivo cruce de miradas entre ambos, no daría pie a más desarrollo que el que mi fantasía pudiera generar.
Sé que si ahora preguntase a Ramiro Calle si me recuerda, él sería incapaz tan siquiera de saber de qué le estaba hablando. Pero, por contra, para mi aquel fortuito encuentro abrió la caja de mis ensoñaciones. Quise plasmarlo de algún u otro modo.
En un principio aspiré a reflexionar en un artículo sobre la importancia de Calle en mi vida. Pero pronto mi pluma derivó hacia un relato de ficción que, sinceramente, creo refleja mejor el torbellino de ideas que invadieron mi mente en esos momentos. Por otra parte también imagino que resultará mucho más interesante y ameno para ti lector.
Espero que lo disfrutes y si te da pie para indagar un poco más en tu interior creo que habrá merecido la pena el esfuerzo de escribirlo.
Si te apetece dar tu opinión no dudes en hacerlo en los comentarios que encontrarás al final del texto. Me encantará conocer tus opiniones sobre este texto y el tema tratado en él.
Espiritualidad y Onanismo
Desde que comenzó a meditar Ramiro sentía que su vida había cambiado por completo. Desde hacía ya demasiado tiempo, Ramiro tenía la convicción de que su vida no era su vida y que en ella no había un camino trazado ni un objetivo por cumplir.
Esta era una sensación que Ramiro había tenido muy presente desde casi su más tierna infancia.
– Eso son rarezas del niño – solía argumentar su madre ante las visitas que con curiosidad observaban a Ramiro como a un bicho raro.
Lo cierto es que no hacía mucha falta que nadie dijese a Ramiro que él no encajaba, de ninguna de las maneras, ni con sus compañeros de colegio, ni con los del barrio, ni con nadie.
Tanto era ésto así que las madres solían apartar a sus hijos del pequeño Ramiro cuando se apercibían de que sus retoños se le aproximaban en exceso.
Su madre nunca dio demasiada importancia a todo aquello.
– Ya se le pasará-. Esta solía ser su más frecuente y casi única respuesta.
Por su parte, su padre, siempre ajeno y siempre ausente, podría haber tenido a un hijo miembro activo de Hare Krishna, que ni siquiera se hubiera percatado de sus túnicas naranjas colgadas en el tendedero familiar.
Pero habían pasado los años y Ramiro había ido ganando en edad y perdiendo en habilidades sociales. Lo cierto es que a nadie, o prácticamente a nadie, le seducía demasiado la compañía de alguien que parecía vivir en un mundo demasiado diferente al suyo.
Lo cierto es que a nadie le seducía demasiado la compañía de alguien que parecía vivir en un mundo demasiado diferente al suyo. #OriolVillar #Escritor #Relato Compartir en X
Trataba Ramiro de comportarse de un modo digamos normal. Lo hacía con la intención de no espantar a sus vecinos, pero lo cierto es que rara vez lo conseguía.
No le gustaban los deportes, el futbol le aburría soberanamente y las chicas, para ser más exacto el coño de las chicas, cosa que parecía ser el único motivo para la existencia de todos los adolescentes que conocía, a él no le interesaba demasiado. Al menos no le interesaba como tal, desligado del resto del cuerpo y de la mente y del alma de esas chicas, a las que todos sus coetáneos solo pensaban en taladrar.
Pero pasaron los años y Ramiro ganó en sabiduría, ganó en paz y creció en espiritualidad, aunque él todavía no tenía demasiado claro qué era lo que eso quería decir.
Respecto a los amigos, seguía sin tenerlos y en cuanto al coño de las chicas, ese era un tema que aunque le provocaba algún que otro dolor testicular, seguía ocupando muy poco espacio y tiempo en su vida.
– ¡Será maricón!- sentenciaban sus conocidos.
¡Pues lo seré! ¡Y yo que sé! – solía pensar Ramiro cuando escuchaba esas palabras en modo de exabruptos. Lo cierto es que las pollas de los que le insultaban, por muy «buenorros» que se creyeran le dejaban aún más frío que la entrepierna de las féminas.
– ¡Qué le vamos a hacer!- Se decía Ramiro al salir de alguna sala de cine de arte y ensayo.
Trató de buscar encuentros con personas que eimaginaba podrían compartir intereses con él. Pero siempre las encontraba tan distantes y diferentes que nunca consiguió integrarse en ningún grupo en concreto. O eran demasiado religiosos, o poco espirituales; o eran demasiado profundos o su vanalidad rozaba la náusea; o eran demasiado conservadores o se pasaban de frenada por la izquierda, etc, etc, etc…
Lo que casi todos solían tener en común era el tema del fornicio. A la hora de la verdad, a la hora de follar, ni Buda, ni Krisna, ni la madre que parió a todos los seres de luz del universo tenían nada que decir o hacer.
No le gustaban los deportes, el futbol le aburría y las chicas, para ser más exacto el coño de las chicas, a él no le interesaba demasiado. #OriolVillar #Escritor #Relato Compartir en X
¿Entonces qué debía hacer Ramiro? Parecía que su sino era estar solo por siempre, y ese fue el camino que trató de seguir. Y así lo hizo, Vivía concentrado en sus libros, en su cine somnífero, en el dodecafonismo, el FreeJazz y en su música atonal. Esto le traía algo de paz, hasta que alguna joven le sonreía algo más de lo habitual y era entonces cuando Ramiro perdía el control.
Al parecer la entrepierna de Ramiro, aunque tarde, parecía que comenzaba a tener su propia vida y a regir los designios de Ramiro con más decisión y autonomía de las que a él le hubieran gustado.
Tenía Ramiro tan poca experiencia en el contacto con otras personas, que ya de sus relaciones con las mujeres era mejor no hablar. Era tan evidente cuando se sentía atraído por una mujer, que bastaba con mirar a sus ojos, para imaginar la presión sobrenatural que debía estar sufriendo su bragueta. Cosa, como es de imaginar, que espantaba hasta al callo más necesitado de la región.
De modo, que una vez pasado el calentón, Ramiro regresaba a sus quehaceres espiritu-intelectuales y a un mundo de onanismo sin freno. Mundo que fue aumentando, su frecuencia y ritmo, de manera tan preocupante que solo se detuvo cuando una luxación en el codo derecho le dejó fuera de combate durante unas semanas.
Fue entonces, durante ese periodo de sequía seminal, cuando Ramiro conoció a Natalia. Ésta, como era habitual, no le hacía ni puto caso, pero le prestó un libro sobre la meditación escrito por un tal Ramiro Calle y titulado «El gran libro de la Meditación». Este libro cambió su vida y lo hizo a través de todas y cada una de sus 381 páginas.
Ramiro descubrió quien era Ramiro Calle, el Yogui por excelencia en España y pionero en la formación del Yoga y la meditación en nuestro país. Pero no era solo eso, Ramiro Calle era el antigurú, no era Osho, no era Ekhart Tolle, ni Deepak Chopra ni el mismísimo Dalai Lama. No vestía túnicas, ni parecía encontrar a Dios en cada grano de arroz. Muy al contrario, Ramiro Calle afirmaba con rotundidad, que en el mundo de la espiritualidad y del Yoga, en donde deberían primar el desapego y la humildad, existía una sobreproblación de egos tan desmedida que parecía una olla a presión de la era mejor alejarse.
De modo que Ramiro por fin encontró en Ramiro Calle a alguien que era profundo sin parecerlo, a alguien con quien no iban las poses y a alguien que actuaba según sus convicciones, sin adoptar una postura trascendental a cada instante de su vida.
Lo que más llamó la atención de Ramiro Calle a Ramiro, fue su naturalidad. Había viajado más de cien veces a la india, llevaba cincuenta años practicando y enseñando la meditación y el yoga, y sin embargo su aspecto y su actitud eran los de un anciano venerable que podría ser el abuelo de cualquiera.
Los libros y las palabras de Ramiro Calle fueron decisivas para Ramiro, y su vida encontró, o al menos comenzó a hacerlo, un camino que seguir y un objetivo que cumplir.
Por primera vez en su existencia se sintió Ramiro consciente de que su vida tenía un propósito claro y que era eso, y no otra cosa, lo que debía hacer. Y desde ese instante comenzó a centrar su vida en el cumplimiento de ese proyecto de vida. Propósito que acababa de descubrir a pesar de que le hubiera acompañado desde el mismo instante en que su cuerpo encarnado vio la luz del día por primera vez.
Pasaron los años y Ramiro fue feliz. Era feliz en cada instante de su vida. Practicaba el desapego. Y aunque los contratiempos afectasen a su vida de modo más o menos intenso, Ramiro no permitía que eso afectara a su estado general de felicidad. No permitía que esos «asuntos menores» como gustaba llamarlos, le fueran a desviar en su búsqueda de la felicidad.
Meditaba todos los días y en todo momento. Utilizaba los pequeños instantes de la vida para centrarse en su respiración, retornar al momento presente, y ser consciente de lo afortunado que era aún cuando el mundo se estuviera viniendo abajo a su alrededor.
Utilizaba los pequeños instantes de la vida para meditar, y ser consciente de lo afortunado que era aún cuando el mundo se estuviera viniendo abajo. #OriolVillar #Escritor #Relato Compartir en X
En cierta ocasión, a media mañana de un lluvioso día de invierno, Ramiro se encontraba detenido frente a un semáforo en rojo. Estaba empapado por completo y el agua bañaba su rostro. Su jornada laboral se había complicado mucho más de lo deseable y no tenía un paraguas. Entonces fijó su mirada en el caminante rojo que parpadeaba al otro lado de la calle. Inspiró profundamente tres veces, expulsó el aire lenta y conscientemente otras tantas y al cambiar la luz roja por otra verde pensó para sí.
– Estoy de puta madre.
Unos meses después de este suceso, caminaba Ramiro en una templada mañana de agosto cuando vio al mismísimo Ramiro Calle. Este caminaba hacia él cogido de la mano de su mujer.
Era inconfundible, no podía ser otro. Ramiro sabía que por esas fechas Calle iba a impartir una charla en unas jornadas sobre espiritualidad en su ciudad. De modo que a Ramiro no le sorprendió en absoluto toparse con alguien a quien había admirado y admiraba tanto.
Ramiro miró fijamente a Ramiro Calle. Éste, al sentirse observado, le devolvió la mirada. Quizá esperó Ramiro encontrar un signo de complicidad en la mirada de Calle, pero pronto comprendió que para su maestro él era un completo desconocido.
Ambos continuaron caminando y apenas en unos instantes se rebasaron el uno al otro. Pensó Ramiro en que tendría que haberle dicho algo. Que tendría que haber agradecido a Ramiro Calle todo lo que éste, sin saberlo, había hecho por él.
Pero ya era demasiado tarde, ya había cruzado la calle. Caminaba con su aspecto de entrañable abuelo cogido de la mano de su joven esposa. Ramiro, tras girar fugazmente su cabeza, continuó caminando sumido en sus pensamientos y en sus emociones. Estaba convencido de que había ocurrido lo que tenía que ocurrir y del modo en que tenía que hacerlo. Sabía que se encontraba en el camino correcto, que seguía su propósito de vida. Que ese instante había sido emocionante tal y como había sucedido y que no hubiera sido mejor cualquier otra alternativa.
En cualquier caso recordó Ramiro que, aunque feliz, seguía siendo un ignorante en cuanto a sus habilidades sociales se refería, De modo que de haberse detenido frente a Ramiro Calle estaba convencido que no hubiera sabido qué decir.
¿Qué se le dice a alguien que te ha ayudado a encontrar tu camino en la vida y a dirigir cada instante de tu vida hacia la felicidad?
¿Qué se le dice a alguien que te ha ayudado a encontrar tu camino en la vida y a dirigir cada instante hacia la felicidad? #OriolVillar #Escritor #Relato Compartir en X
© “Espiritualidad y Onanismo.” es un relato de Oriol Villar-Pool
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