En una calle, en cualquier calle de la muchas ciudades grandes y municipios pequeños siempre puede encontrase a alguien detrás de cuya mirada haya una historia que contar. Quizá esa historia no sea fruto nada más que de la imaginación de quien observa, pero a quién le importa si esa fantasía está dominada por la realidad, o por contra la ensoñación se hace fuerte en la mente del escritor. Entonces éste se deja llevar por una fuerte corriente de aire fresco que imprime un halo de ilusión o de melancolía a una escena cotidiana. Escena que de no ser por la mirada de un tercero atento pasaría por completo desapercivida.
Una mañana cuando recorría el centro de mi ciudad le vi. Se dirigía lento pero con paso firme hacia mi. Tenía la mirada perdida en el pavimento y yo supe que era ahora o nunca. De modo que no lo pensé demasiado y capturé esta imagen que me parece cuando menos sugerente. El texo que la acompaña trata de reflejar todo aquello que la imagen me decía sin hablar y me sugería sin querer. No sé si a ti lector te ocurrirá lo mismo, algo parecido o nada de lo dicho, pero aquí queda esta imagen y el texto que con ella habita mi universo y, me gusta imaginar, que también el del enigmático hombre que en ella habita.
«Flores para ti»
Tenía un aspecto duro, como curtido por una vida que no le había puesto las cosas en bandeja. Su aspecto desgarbado reforzaba una actitud distante, como de estar más en otro mundo que en éste. Su mirada perdida en un infinito propio le acompañaba en su caminar lento y en soledad.
En su mano derecha, agararradas con la fuerza con la que se sujetan las cosas importantes llevaba unas flores, creo recordar que eran geranios, quien sabe. Quizá aquellas flores guardaban un mensaje secreto, un deseo íntimo, un llanto silenciado por el olvido. Imaginé a una madre que las recibiría en su enésimo cumpleaños; una amada a quien los agravios habrían alejado quizá demasiado; una sepultura siempre necesitada de compañía.
Imaginé muchas cosas y todas me sugirieron historias cargadas de corazones palpitantes. Pero en esta vida siempre hay alguien dispuesto a devolverte a la tierra, a colocarte de nuevo en la parrilla de salida. En ese lugar en el que todo parece anclado en un punto fijo siempre imposible de abandonar. Y ese alguien me dijo que aquella persona con quien tanto había fantaseado, no sería más que un repartidor. Que quizá sí habría una madre, una amada o un camposanto, pero que no serían suyos.
Yo prefiero imaginar a aquel hombre duro y en lucha con una vida poco fácil, sumido en un acto de amor íntimo, profundo y personal.
…Y al aguafiestas, que le den.
© «Flores para ti» es una fotografía de Oriol Villar-Pool.
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