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Got a Lust for Life | Una declaración de amor a Iggy Pop de Oriol Villar-Pool

Menuda chorrada, dijo mi acompañante. Fue entonces cuando me giré hacia él. Trate de demostrar con una sonrisa que yo pensaba lo mismo a ese respecto. Al verlo de frente me sonrió con su mirada profunda, unos ojos de un azul claro y una piel con un color envidiable. Me quedé mirándole y no pude reprimir mi pregunta.
— ¿Es usted Iggy Pop, verdad?
— Me temo que si — respondió con una sonrisa y después añadió —. Si le desagrada mi compañía puedo pedir otro asiento.

En apenas 5 minutos mi vuelo a Londres se dispondría a despegar desde el aeropuerto de Fiumicino en Roma. La nave estaba al completo, toda salvo la butaca situada a mi lado junto a la ventanilla. Por un momento me sentí un privilegiado, pues al parecer yo iba a ser el único que podría disponer de un poco de sitio extra en el cada vez más diminuto espacio que las líneas aéreas destinan a los pasajeros .

Todo el pasaje estaba ya sentado en sus butacas. El ambiente se iba transformando en esa especie de liturgia sacra por la que los viajeros se enfrentan a los caprichos el destino en el que pueda ser su último vuelo .

Desde la parte de cola de la nave llegó hasta mi butaca una azafata acompañada por un último pasajero. La joven indicó al hombre la plaza que debía ocupar. Por un instante me sentí desilusionado al perder mis honores, pero me incorporé para dejar a mi compañero de viaje acceder hasta su butaca.

En un primer momento no presté apenas atención a quien se sentó a mi lado. Apenas vislumbré a un hombre vestido con un elegante y arrugado traje de chaqueta. No llevaba corbata y su camisa estaba abierta hasta más allá de lo que prescribe el decoro. Todo en su aspecto le confería una aire de hombre maduro y moderno que me resultó simpático. Pero si hubo algo que llamó mi atención, eso fue su media melena rubia artificial como un sol de calendario. Peinado con la raya al medio resultaba verdaderamente algo extravagante para alguien de su edad.

Una vez se hubo acomodado, la nave comenzó su maniobra de despegue. Todos prestamos el desinterés habitual a las explicaciones de las azafatas, esas con las que hinchando un chaleco salvavidas, pretendían mantenernos vivos en caso de un accidente aéreo .
— Menuda chorrada— dijo mi acompañante. Fue entonces cuando me giré hacia él. Trate de demostrar con una sonrisa que yo pensaba lo mismo a ese respecto. Al verlo de frente me sonrió con su mirada profunda, unos ojos de un azul claro y una piel con un color envidiable. Me quedé mirándole y no pude reprimir mi pregunta.
— ¿Es usted Iggy Pop, verdad?
— Me temo que si — respondió con una sonrisa y después añadió —. Si le desagrada mi compañía puedo pedir otro asiento.

Oriol Villar Pool R Hinojosa A LUST FOR LIFE IGGY POP Escritor y Guionista El Silencio de los locos

Iggy Pop en la fotografía más icónica tomada por Mick Rock

¿Es usted Iggy Pop, verdad? Me temo que si . Si le desagrada mi compañía puedo pedir otro asiento. #IggyPop #LustForLife #OrioVillarpool #ElSilenciodelosLocos Compartir en X

Ambos reímos ante esa respuesta tan cargada de ironía. Era evidente que él estaba muy acostumbrado a ser reconocido allá por donde fuera, pero su simpática actitud me sorprendió.
— ¿Puedo llamarle Iggy?
— Todo el mundo lo hace. De hecho creo que nadie sepa en realidad cuál es mi verdadero nombre.
— James Newell Osterberg, Jr— dije.
Me hubiera gustado que mi fotógrafa estuviera allí con nosotros para capturar la expresión de asombro y sorpresa de Iggy.
— Me ha dejado sin palabras, amigo.

Soy periodista y mi periódico me encarga con frecuencia entrevistar a estrellas del pop y del rock cuando tienen algo que promocionar. Me desplazo por el mundo a gastos pagados para charlar con artistas de todo tipo. Individuos que en ocasiones son incapaces de pronunciar dos palabras seguidas sin demostrar lo importantes y alternativos que son.
He de reconocer que en esta ocasión mis prejuicios me habían vuelto a traicionar. Había acudido a Roma para entrevistar a una banda de jóvenes músicos de Glam Rock revitalizado, llamada Måneskin. Se trata de un grupo salido de uno de esos talent shows tan de moda, que había alcanzado un éxito meteórico en poco tiempo. Dieron sus primeros pasos haciendo covers por las calles de la capital Italiana y ahora eran cabeza de cartel en algunos festivales de verano de cierto renombre.
Menciono mis prejuicios pues para mi sorpresa Damiano David, su cantante, había resultado ser un chaval educado y agradable. Tenía los pies en la tierra y las ideas muy claras sobre su presente y sobre lo incierto del futuro. Me sorprendió su actitud hacia temas delicados como el consumo de drogas, al afirmar que No estamos cayendo en el estereotipo de la estrella de rock alcohólica y drogada.
Recordé sus palabras sentado, codo con codo, junto a Iggy alguien que sin duda durante décadas había representado exactamente eso que Damiano repudiaba, o al menos decía repudiar.

— ¿Puedo preguntarle que le ha traído a Roma?
— He venido a promocionar mi gira de este verano. Me paso la vida de promoción. Anoche asistí como invitado a un programa de televisión en la Rai. Allí coincidí con Raffaella Carrà y con un showman bastante ingenioso con el que pasé un buen rato… No recuerdo su nombre
— ¿Y tocó en directo?
— No. La tele ya no es lo que era. Hice un playback con unos músicos locales que apenas sabían tocar dos acordes, pero que daban muy bien en cámara.
— ¿Sabe una cosa?—. Hice una pequeña pausa antes de decir lo que siempre había soñado con poder decir.
— Usted se ha tirado dos veces sobre mí en sus conciertos.
— Qué me dice.
— Sí, en una ocasión en el Royal Albert Hall, en 2016
— ¿Y la otra? — se mostró interesado.
— En Detroit. En 2003, con the Stooges .
— Aquello eran todavía tiempos intensos.
— Eso es lo que se dice.
— Dicen bien… ¿Y dos veces dice usted?
— Sí. Le he visto tocar en unas cuantas ocasiones y siempre he procurado situarme al pie de escenario.
— Es usted corpulento y es alto. Yo procuro saltar sobre quienes me puedan sujetar.
— ¿Y lo consigue siempre?
— A veces acabo en el suelo —. Dijo soltando una divertida y sonora risotada.

Continuamos hablando durante un largo rato. Para mi sorpresa él se sintió interesado en mi opinión sobre sus últimos trabajos. Sin duda reconoció en mí a un auténtico fan. Repasamos título a título sus grabaciones más emblemáticas y algunas menos conocidas. Bebimos zumos de frutas recordando a Bowie y la etapa en la que compartieron apartamento en Berlin.
— Un tiempo en el que la vida no tenía límites y las noches que no tenían fin.
Recordó con nostalgia a Lou Reed.
— Un carácter difícil. Pasé mucho tiempo sin saber de él. Y ahora ya ve, ya no está.

Recordó con nostalgia a #LouReed. Un carácter difícil. Pasé mucho tiempo sin saber de él. Y ahora ya ve, ya no está. #IggyPop #LustForLife #OriolVillarpool #ElSilenciodelosLocos Compartir en X

Entonces recordé la icónica fotografía de Mick Rock, en la que los tres posaban en el Hotel Dorchester de Londres en 1972. Lou Reed y David Bowie vestían elegantemente y sonreían como aquellos a quienes pagan por hacerlo. Entre ambos estaba Iggy con una mirada profunda, una camiseta de T-Rex y un paquete de Lucky Strike entre los dientes.
— Aquello fue por pura casualidad ¿Sabe? Yo fui porque me lo pidió mi representante. Pensó que debía estar allí y fui a tomar una copa y a pasar un rato.
— ¿Y qué ocurrió?
— Casi sin darme cuenta. Cuando Lou y David posaban para algunos fotógrafos, no sé cómo, pero me invitaron a incluirme en el grupo. Y esa fotografía capturó el instante para siempre.
— Les llamaron El triángulo sagrado.
— A la gente le gusta mucho exagerar.

Al desembarcar en el aeropuerto de Heathrow no despedimos y nos deseamos un futuro próspero. Sabía que él me olvidaría en cuanto saliera a la calle, pero sin embargo yo recordaría aquel vuelo durante toda mi vida. Y así ha sido.

5 años después

Fotografía: Pere Duran/Nord Media La Vanguardia

Hace ya mucho tiempo que no me gusta ver los directos de Iggy Pop. Tan solo los escucho, porque Iggy ha sabido evolucionar y su sonido ha ido madurando y enriqueciéndose. Su voz es más grave y él continúa siendo un incombustible rockero siempre en la carretera.

Sus viejos amigos Lou Reed y David Bowie hace años que dejaron este mundo y él, por cuya salud nadie daba nada, continúa con 75 años al frente de una gira interminable. He dicho que sí le escucho, pero que no le veo. Esto es así pues me entristece ver las limitaciones físicas de alguien para quien el escenario siempre se quedaba pequeño. Para quien sus brazos no eran suficientes para abrazar a cada uno de los asistentes a sus conciertos.

Y ahora con una considerable cojera y una barriga, que él en un delirio de vanidad, considera que las mujeres encuentran excitante, hacen de su cuerpo una sombra lejana de lo que fue. Me resulta difícil no sentir, no sé si pena, pero sí cierta nostalgia por aquel que ya no salta sobre el público, porque sabe bien que quizá después de hacerlo ya no pueda levantarse de nuevo.

Me encontraba en San Sebastián, una pequeña ciudad del norte de España en donde se celebra uno de los festivales de Jazz de referencia en Europa. Me había desplazado allí para entrevistar a Herbie Hancock y cubrir algunos de los conciertos más relevantes del festival. Y allí, como la gran estrella que es, iba a tocar Iggy Pop. Lo haría en un auditorio, con el público sentado, a las seis de la tarde y al precio de ochenta euros.

Yo tenía mi invitación para acudir, pero fiel a mis principios no lo hice. Preferí conservar la imagen del Iggy en plena forma física, porque sonora sabía que lo seguía estando. Aproveché la tarde para recuperarme de la tremenda curda de la noche anterior, en la que vi amanecer con algunos músicos británicos con los que hacía tiempo que no bebía.

Me desperté de una siesta reparadora a eso de las siete y media de la tarde, me duché y salí a la calle. Me dirigí al auditorio en el que a esa hora Iggy debería estar poniendo fin a su concierto. Desde del exterior del recinto traté de imaginar lo que estaría ocurriendo dentro y sentí cierto cargo de conciencia por no haber asistido.

Paseaba por los alrededores cuando puede ver a los primeros espectadores abandonar el edificio, primero poco a poco y después en tromba. Podía ver en sus rostros reflejado el entusiasmo de quienes han asistido a un acontecimiento histórico. Me arrepentí otra vez por sucumbir a mis pequeños prejuicios.

Podía ver en sus rostros reflejado el entusiasmo de quienes han asistido a un acontecimiento histórico. #IggyPop #LustForLife #OriolVillarPool #ElSilenciodelosLocos Compartir en X

No quise permanecer más tiempo allí. Comencé a andar por el paseo marítimo situado en la parte trasera del auditorio. Caminé cerca de un kilómetro y al llegar hasta el final del paseo, una cerveza fresca y un ibuprofeno devolvieron la vida a mi cuerpo. Regresé por allí por donde mis propios pasos me habían llevado hacía un rato. Al llegar hasta el auditorio, ya no quedaba en sus alrededores ni uno solo de los asistentes al concierto.
Imaginé ya a Iggy en dirección a su hotel o quizá en carretera, camino de su próximo show. Al pasar ante la entrada principal, vi que a la derecha de la misma había otra puerta más pequeña que sin duda era la de los artistas. Por ella salió un grupo de cinco o seis personas que se dirigían hacia una furgoneta negra estacionada a pocos metros. Era un vehículo con los cristales tintados y la puerta corredera abierta de par en par a la espera del grupo. Entonces le vi, estaba allí, rodeado por sus acompañantes, era él. Iggy, sonriente y alegre, caminaba con su peculiar cojera cuando él también me vio a mi.
— Oriol, amigo. ¿Cómo estás? ¿Qué haces tú aquí?

Fotografía: Mick Rock. David Bowie, Iggy Pop y Lou Reed, Hotel Dorchester de Londres en 1972

No podía creer que aquel hombre, casi un aciano de 75 años, que acababa de darlo todo sobre un escenario ahora estuviera tan fresco. Pero lo que sobre todo me sorprendió fue que recordara a quien hacia cinco años había conocido en un avión en un vuelo entre Roma y Londres.

— ¿Has visto el Show?¿Te ha gustado?
— No he llegado a tiempo— mentí.
Cómo iba a decirle que hacía ya mucho que sentía lástima al verle ya mayor sobre el escenario. Él se acercó a mí y creo que con tan solo ver mi rostro comprendió todo lo que yo sentía.
— El tiempo pasa para todos, amigo. Disfrútalo porque cuando se agote, todo habrá acabado.
Lloré como un niño. Iggy sonrió al verme, me ofreció un pañuelo y tras esperar a que yo secara mis lágrimas me abrazó.
— No te rindas amigo. Yo no lo hago.

Lloré como un niño. Iggy sonrió al verme, me ofreció un pañuelo y tras esperar a que yo secara mis lágrimas me abrazó. #IggyPop #LustForLife #OriolVillarPool #ElSilenciodelosLocos Compartir en X

Desde la furgoneta otro hombre, su road manager imaginé, llamó la atención de Iggy. Éste asintió con un gesto de su cabeza.
— Mi querido Oriol, te veo bien. Espero que volvamos a vernos dentro de otros cinco años. Yo estaré allí, espero verte —. Me abrazó de nuevo y se dirigió hacia el vehículo.
— Iggy— reclamé su atención con la intención de devolverle el pañuelo.
— Lávalo y me lo devuelves la próxima vez que nos encontremos.

Tras cerrar la puerta, la furgoneta arrancó y se alejó de allí. Me quedé solo en la acera, no sabía qué pensar y apreté el pañuelo de Iggy con fuerza. Saqué mi teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta y llamé a mi oficina en Madrid.
— Averigua dónde toca Iggy Pop en los próximos días y consígueme una entrada. No me importa dónde. Tú consígueme una entrada. Y colgué

 

© “Got a Lust for Life» es una declaración de amor a Iggy Pop de Oriol Villar-Pool


IGGY POP «The Passenger»
Live 57 JAZZALDIA KURSAAL San Sebastian 23/7/2022

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6 comentarios

  1. Zack

    Una historia increíble y muy chula. Iggy es grande y el retrato que haces de él todavía lo engrandece más

  2. Oriol Villar-Pool

    Muchas gracias Zack.
    Me alegra que te haya gustado el relato.
    Iggy es grande y es admirable que a su edad desprenda tanta vitalidad como desprende.
    Un tipo entrañable, casi un amigo. Un amigo de elos buenos.
    un abrazo

  3. En efecto: es toda una declaración de amor a Iggy y a una época dorada del rock.
    Me ha encantado tu texto.
    Larga vida a La Iguana.

  4. Oriol Villar-Pool

    Muchas gracias Txaro. Un abrazo.

  5. Elena Garmendia

    También yo quiero creer que ,a pesar de los años, los artistas siguen siendo grandes cuando se suben al escenario y cuando se bajan, también.

  6. Oriol Villar-Pool

    De todo hay en la viña del señor, mi querida Elena. Un abrazo.

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