Más que un relato La Yegua que mató a Clara es una pesadilla convertida en una suerte de poema esquizoide. No sé por qué compuse esta pieza.

Lo cierto es que no recuerdo nada más que la excitación que me produjo la escritura de todas y cada una de las líneas que conforman esta visión excitada y sádica de algo que aún no acabo de comprender.

Si tú, lector, llegas a alguna conclusión, no dudes en compartirla conmigo. Me gustará saber si llegué a alguna parte con ésto o si sólo fue fruto de un arrebato.

Si te apetece dar tu opinión no dudes en hacerlo en los comentarios que encontrarás al final del texto. Me encantará conocer tus opiniones sobre este poema y el tema tratado en él.


La cabeza desollada de Babieca, la yegua que mató a Clara, descansaba recostada sobre una butaca cubierta por un velo de novia.

Atila y Belcebú, los  simios que gobernaban la casa, se masturbaban frenéticamente.

Los dos grandes ojos muertos de la yegua, observaban a Klaus desde el más allá.

El segundo movimiento de la «Suite Escita» de Prokofiev atronaba en la habitación. Los altavoces saltaban en su sitio cuando los metales atacaba sin compasión.

Centenares de cirios, repartidos con anarquía por el suelo y las paredes, creaban una fúnebre y extraña atmósfera.

Una lágrima se descolgaba con la lentitud de la muerte por la mejilla de Klaus que regaba la pieza con gasolina.

Clara galopaba desnuda sobre la noche de la ciudad.

La cabeza desollada de Babieca, la yegua que mató a Clara, descansaba cubierta por un velo de novia. #OriolVillar #Relato Compartir en X

Mamá gritaba desesperada tras los barrotes de su pasado.

Un sacerdote despedazaba a un niño con la meticulosidad de un sádico.

Los secos golpes del hacha excitaban al clérigo. Arrojaba las vísceras a una jauría de fieles, que en sus locas plegarias estrangulaban ancianas gitanas que bramaban en húngaro.

Un guardia disparaba flemático contra todo lo que no estuviera ya muerto.

En los atascos las parejas se suicidaban con violencia desmedida.

El obispo de Siracusa, babeando de placer, ordeñaba una vaca de cuyas ubres manaba cianuro.

Klaus empapó su cuerpo con gasolina, gritó algo en armenio y con parsimonia se prendió fuego.

El obispo de Siracusa, babeando de placer, ordeñaba una vaca de cuyas ubres manaba cianuro.#OriolVillar #Relato #Microcuento Compartir en X

 

© “La yegua que mató a Clara” es un un relato de Oriol Villar-Pool