Una tarde de octubre de hace ya demasiado tiempo, acudí a la proyección de un ciclo de cine de terror italiano. Se trata de un género llamado Giallo. En esa sesión se proyectaba la película Seis Mujeres para el Asesino del indescriptible Mario Bava. En ella un asesino enmascarado, que utiliza un guante metálico para cometer los homicidios, amenaza a los clientes de un salón de belleza en Roma.
Reconozco que no soy muy aficionado a ese género, tan excesivo y esteticista, que hace de cada crimen una escena de ópera. Pero también admito que puede resultar fascinante. Y este título lo era.
Lo disfruté con interés. Hasta tal punto lo hice que no era capaz de discernir qué era más interesante, si lo que ocurría en la pantalla o todo lo que acontecía a mi alrededor en un semivacío patio de butacas.
Aquí te dejo el relato que escribí nada más abandonar la sala. Me senté en un rincón del primer café que encontré abierto y pedí una cerveza. Allí escribí Seis mujeres para el Asesino. Lo hice de una sentada y eso se nota en el resultado final. Pero a mi me gusta lo que escribí y espero que a ti también te agrade.
Si te apetece dar tu opinión no dudes en hacerlo en los comentarios que encontrarás al final del texto. Me encantará conocer tus opiniones sobre este relato y el tema tratado en él.
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Por la mañana había llovido y, aunque ya eran las cinco de la tarde y lucía el sol, yo permanecía cubierto por mi gabardina.
Pensé que tratándose de la primera sesión, la asistencia de público sería algo más numerosa. «Seis mujeres para el asesino» me pareció un atractivo título para una película, pero no encontré a nadie en taquilla.
En la sala, un cuarto de entrada. Aunque quedaban todavía diez minutos para el inicio de la proyección, parecía que a nadie más le interesaba aquello. Fumé un cigarrillo en el hall mientras observaba con curiosidad, fotos y carteles de otros siniestros títulos programados en aquel ciclo de terror italiano que me había llevado hasta allí.
Como había imaginado, el público lo formaban cuadrillas unisex de sudorosos «teenagers». Ya en mi butaca, tras una breve espera, se apagaron las luces del local mientras escuchaba estúpidos comentarios que en otro tiempo hiciera yo.
Súbitamente la pantalla se iluminó con chillonas y pretenciosas imágenes de horror. Los púberes se acomodaban excitados, y la rayada copia acusaba la infinidad de pases que había sufrido hasta aquella tarde.
Cuando al fin los personajes, auténticos maniquíes, iniciaron su diálogo, lo hicieron en italiano. Al descubrir la afición que – ¡HORROR! -, la peli era subtitulada, la pitada fue antológica.
El ambiente era perfecto para una divertida tarde de miedo.
Las bolsas de palomitas sonaban atronadoras.
El olor a fresa ácida de los chicles, que acabarían pegados bajo las butacas, y el chasquido de las pipas, me remontaban a las películas de bofetadas que de niño devoraba en los cines parroquiales.
La primera víctima, fue estrangulada, y posteriormente estampada con sonoro entusiasmo contra un húmedo tronco en el jardín, en una tormentosa noche de invierno.
GRITOS Y APLAUSOS
En un rincón una jovencita apretaba la pringosa mano de su amiga para sobrellevar la tensión. El asesino era el vivo retrato de FANTOMAS y se comportaba como un cretino cargado de agresividad a la caza de su segunda hembra, una modelo a la que destrozaría el rostro con una plancha provista de tres clavos, que formaban parte, no sé de qué modo, de una armadura de atrezzo.
ASESINATO Y DECEPCION
¡Pero si no se ha visto! – Gritó enfurecida una futura madre enamorada que se revolvía en su butaca.
-¡Cielos! – exclamé – ¡Qué bárbara!… pero si acaba de comer.
El tercer crimen fue, por supuesto, más morboso que los anteriores. Ahora, tras golpear a otra joven, el criminal la secuestró ante las mismas narices de la desconcertada policía, achicharrando las manos y el rostro de la víctima con la abrasadora caldera de la calefacción.
Aquello, aunque sobrecogió algo más a las jóvenes fieras que me rodeaban, tampoco les pareció suficientemente explícito.
La película dio entonces un inteligente giro de guión que me hizo regresar a ella. Ahora los crímenes, aunque menos brutales, resultaban más elaborados y con una mayor sofisticación. Pero aquellos animales sedientos de sangre habían perdido ya todo interés y hacían planes para el fin de semana.
Fue entonces, cuando sobre mi cabeza cayó la enésima peladura de cacahuete; cuando en el respaldo de mi butaca sufrí una patada más; cuando el niño de voz grave recién estrenada contó el mismo mal chiste que repetía desde que llegó…
Fue entonces cuando mi paciencia dijo:
– ¡Basta!
Fue entonces, cuando harto, con los ojos desorbitados, me levanté de mi localidad y dirigiéndome al patio de butacas grité:
– ¡Basta ya!
La luz del proyector me cegaba con los mismos colores chillones que pretendían aterrorizarme. Aquellos pequeños salvajes, imaginé, me observaban aterrorizados, con las pelusas, que lucían orgullosos bajo sus narices, en guardia.
La luz del proyector me cegaba con los mismos colores chillones que pretendían aterrorizarme. #OriolVillar #Escritor #SeisMujeresParaElAsesino Compartir en X
ME SENTI PODEROSO
Me disponía a cantar las cuarenta a aquellos imbéciles, cuando uno de ellos arrojó una naranja que, al reventar en mi cara, me dio el aspecto del cubo de basura de una tasca de menú a 500 pts…. No tuve tiempo de irritarme… Toda aquella chusma, protegida en la oscuridad del local, me insultaba jocosa.
Veloz y decidido, extraje de mi bota derecha un machete eibarrés, que llevaba siempre conmigo desde que trabajé como matón en un club nocturno en N.Y. Rebané el pescuezo a la primera grasienta niñata que pude reducir y colocar en una posición adecuada, cosa que por otra parte no me resultó nada fácil, pues continuaba deslumbrado por aquellos colorines italianos que tanto me habían irritado.
Para mi asombro, aquello que pensé pondría las cosas en su sitio, no surtió ningún efecto. Más bien al contrario, pareció divertirles de tal menra que, eufóricos, pedían todos a una más sangre y violencia.
¡OTRA!, ¡OTRA!, ¡OTRA! – gritaban enérgicos… y como uno se debe a su audiencia, comencé a asestar cuchilladas ciegas a diestra y a siniestra, sintiendo feroces chorretones sangrientos que golpeaban mi rostro.
NO PUEDEN IMAGINAR QUE JOLGORIO
Entre tanta actividad me había desplazado de mi localidad y el haz del proyector se alejó de mí. Fue entonces cuando, al recuperar la visión de mi entorno, observé a una parejita que, acurrucaditos me observaban aterrorizados con sus bocas rebosantes de palomitas.
Por supuesto los degollé sin compasión. Al hacerlo detecté una gran pericia en mis métodos. ¡Qué caramba!, todo se aprende con un poco de práctica.
Las cabezas de aquellos enamorados rodaron a la par por el pasillo central de la sala hasta el foso de la orquesta, donde se fundieron en un sanguinolento beso final.
QUE OVACION
Yo estaba radiante y ellos eufóricos. Aplaudían de tal modo que el local se iluminó con el fuego que escupían las palmas de sus manos enloquecidas.
Ante la insistente petición del público, subí al escenario descabezando en mi camino a media docena de infelices. Ya en lo alto de la escena, arrojé mi machete con gran destreza contra un acomodador que desde un rincón me observaba en silencio. El lanzamiento fue certero, y al partir el corazón del pobre canalla, el chorro que brotó de sus entrañas tiñó de muerte el trastornado patio de butacas.
SUBLIME
Entonces, como una vedette, me deshice de mi sanguífera gabardina y descubrí mi gran sorpresa: una escopeta de cañones recortados bajo mi brazo izquierdo, enfundada en una fantástica cartuchera de piel de iguana nepalí queme regaló Xun-Lai, una antigua amante en Corea.
Entonces me deshice de mi sanguífera gabardina y descubrí mi gran sorpresa: una escopeta de cañones recortados. #OriolVillar #SeisMujeresParaElAsesino #Escritor Compartir en X
Lucí el arma entre el general alborozo. Pegué sus cañones a mi sien derecha. Mi sangre revolucionada fluía veloz hinchando mis venas. No sentí el frío metal en contacto con mi piel.
Cerré los ojos y ante el fervor popular apreté ambos gatillos, despedazando mi cabeza en el acto y desparramando mi arrebatada masa encefálica sobre la pantalla, en el momento en el que el haz de luz proyectaba la palabra FINE sobre mis sesos.
Todo aquello fue fascinante, pero lo que más me dolió fue no poder saludar, agradecido, a aquellos jóvenes tan entregados. Pero uno es esclavo de sus papel.
Fundido a negro.
Nota: léase en alto y con la voz cascada.
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© “Seis mujeres para el asesino” es un un relato de Oriol Villar-Pool
Sin duda es una idea brillante a la vez que hilarante y corrosiva.
Como crítica feroz de una sociedad sin sentido , que se deja llevar por su trastornado ego, no tiene parangón.
Muchas gracias Elena.
Te quedo muy agradecido por tus palabras y por tu certero comentario.
He de reconocer que este texto lo escribí hace ya muchos años y que fue el pistoletazo de salida para muchos otros relatos que vinieron después.
Quizá no todos fueran tan «Hilarantes» y «Corrosivos», pero me proporcionaron grandes momentos en mi intermitente historia como narrador.
Aunque también he de decir que como buen padr , aunque hay algunos textos por lo que tengo cierta debilidad, la realidad es que los quiero a todos con el mismo desmedido amor.