Tienes ante ti a segunda entrega del guión para un largometraje titulado Los hijos de Noé. En las líneas que siguen podrás encontrarte frente a los primeros conflictos que gobiernan la vida de sus personajes.

Una visita al médico por parte de Andrea para interesarse por la salud mental de su madre y que acabará demostrando que quizá sea ella quien necesite ayuda.

Un encuentro con Eufemia, la extraña vecina, que malvive en sus últimos días al otro lado del rellano en casa de los padres de Andrea.

Una vida cotidiana que va apuntando cómo es la vida de estas mujeres que cuidando a Jaime, victima del dramático mal de la desmemoria, se van enfrentando a sus propios males, a sus propias inseguridades y a todas sus debilidades.

Te dejo que disfrutes de estas secuencias y espero que te interesen lo suficiente como para esperar las nuevas entregas de Los hijos de Noé.

Si no has leído aún las  primeras entregas de Los hijos de Noé te recomiendo que lo hagas ahora mismo y asi disfrutarás mejor de este capítulo.

Leer: Los hijos de Noé. Sinopsis

Leer: Los hijos de Noé. 1ª parte.

LOS HIJOS DE NOÉ- 2ª PARTE

Un guión de Oriol Villar-Pool

sec.7.Calle. EXT. noche.

ANDREA camina a pasitos junto a una mujer de unos sesenta años que pasea a su perro. La mujer fuma sin parar y se llama TERE.

ANDREA.-

Necesitaba tomar un poco de aire fresco

MUJER.-

No me extraña. ¡Porque hay que ver lo friolero que es tu padre! En esa casa hace siempre un calor achicharrante.

ANDREA.-

Bueno tampoco es para…

MUJER.-

¡Anda que no!
Mira tú, la de noches que tu madre y yo tenemos que abrir las ventanas
de par en par cuando tu padre ya se ha acostado.

ANDREA.-

Pues mi madre también es aficionada a poner la calefacción incluso en verano.

MUJER.-

Pero ni color con tu padre. Es que lo de tu padre es una cosa exagerada.
(Al perro) Anda DINIO que no nos vamos a pasar toda la noche debajo de este árbol.
Lo que es, los machos unas veces porque no pueden y otras porque no se aguantan,
su vida gira entorno a la entrepierna.

ANDREA.-

Bueno Tere creo que voy a subir ya para casa.

MUJER.-

Anda mujer por qué no me acompañas un rato.
Ya verás como te despejas.

ANDREA.-

No, prefiero subir.
Ya sabes que mi madre se preocupa enseguida.

MUJER.-

Bueno chica. Como quieras.
Te acompaño hasta el portal.
(Ofreciéndole un cigarrillo) Anda fuma que te veo un poco nerviosa.

ANDREA.-

No gracias.

MUJER.-

Por cierto hace mucho que no veo por aquí a Mario.
¿No estaréis peleados?

ANDREA.-

En el despacho hay mucho jaleo y últimamente
casi solo hablamos de trabajo y por teléfono.

MUJER.-

Te advierto que con los hombres casi es mejor así.

Llegan al portal.

ANDREA.-

Bueno Tere. Ya estamos. Hasta mañana.

MUJER.-

Que descanses. Y no te preocupes demasiado por él.
Te advierto que una vez que te acostumbras, sin hombres se vive estupendamente.
(Al perro) Anda DINIO vámonos a pasear un poco que todavía es temprano.

ANDREA entra en el portal y sube los primeros peldaños de la escalera. Cuando comprueba que TERE ya se ha marchado sale de nuevo a la calle. Saca su teléfono móvil del bolsillo.

Mira hacia la ventana de casa de sus padres. Ve que todavía la luz está encendida. Pasea mirando el teléfono.

ANDREA.-

Llámame Mario, llámame.

Enciende un cigarrillo y aspira con cierta ansiedad. Por fin tras varios intentos interrumpidos marca un número… Pero a la primera señal en su móvil, cuelga.

sec.8.Casa PADREs dormitorio de ANDREA. INT. Noche.

Tumbada en la cama ANDREA curiosea el caos en el que ahora se ve sumida la habitación de su infancia. Libros apilados e inconexos. Cuadros embalados, etc… Todos duermen o al menos eso es lo que parece. ANDREA escucha la radio, en ella unas voces solitarias llaman por teléfono para no sentirse tan solas. Está ojeando un libro viejo de R.L. Stevenson. Pasa las páginas con desinterés pero se detiene al ver un párrafo subrayado. Lo lee.

ANDREA.-

«Un objetivo en la vida es la única fortuna que merece la pena encontrarse;
y no puede hallarse en tierras extrañas sino en el propio corazón.»

sec.9.coche de andrea . EXT. día.

ANDREA conduce su coche por la ciudad. DOÑA JULIA ocupa el asiento del copiloto.

DOÑA JULIA.-

Ya le he dicho a Margarita que nos prepare una sopa de verduras
y unos filetes con patatas fritas.
¿Te parece bien?

ANDREA.-

Muy bien mamá.
Pero no dijiste que íbamos a comer el pescado que compraste ayer.

DOÑA JULIA.-

¿Pescado?

ANDREA.-

Sí. Mujer. Los filetes de gallo que trajiste ayer por la tarde.

DOÑA JULIA.-

Ah. Los gallos… Ya bueno.
Puedo llamarle por teléfono si te parece y le digo que los prepare.

ANDREA.-

Haz lo que más te apetezca mamá.

DOÑA JULIA.-

Pues sí.
Además sabes que seguramente cuando llegue a casa
Margarita habrá preparado lo que le haya dado la gana.

ANDREA.-

Eso también es verdad.

DOÑA JULIA.-

No sé ni por qué me preocupo por que no me hace el más mínimo caso.
Pero se porta tan bien con tu padre que mira si tenemos que comer a su gusto pues comemos y ya está.

ANDREA.-

Eso. Ya está. (bromeando)

DOÑA JULIA.-
(Al comprobar en donde se encuentran)

Déjame aquí mismo.

ANDREA.-
(Deteniendo el coche)

Bueno pues cuando salga de la reunión iré a casa.

DOÑA JULIA.-

¡Cuanto trabajas hija!

ANDREA.-.

No exageres, mamá. Que no es para tanto.
Y haz el favor de regresar en autobús que no quiero que llegues agotada.

DOÑA JULIA.-

Bueno. Bueno. Cogeré un autobús. Adiós hijita. (Cierra la puerta del coche)

ANDREA.-
(Circulando de nuevo y hablando sola)

Seguro que llega con la lengua fuera.
Como si no la conociera. Mucho dice de Margarita, pero ella si que no hace caso a nadie.

sec.10.consulta médico. INT. día.

ANDREA y el MÉDICO están sentados uno junto a la otra en las butacas destinadas a los pacientes. Sin duda tienen confianza entre ellos.

MÉDICO.-

Me gustaría poder decirte otra cosa pero sabes tan bien
como yo que esto es un camino sin retorno con el que os vais a tener que acostumbrar a convivir,
probablemente durante mucho más tiempo del que puedas llegar a imaginar.
La trombosis y sus problemas físicos en estos momentos son el menor de sus males.
Perdona que te hable con tanta sinceridad pero supongo que es la lo que has venido.

ANDREA.-

Sí, y te lo agradezco.

MÉDICO.-

Me sorprendió que no vinieras el otro día con tus padres.

ANDREA.-

Estaba fuera. Pero en cierto modo lo hice a propósito, porque quería hablar contigo.

MÉDICO.-

Siempre me has preguntado lo que has querido delante de ellos.
¿Por qué ahora es diferente?

ANDREA.-

Porque quien me preocupa es mi madre.
Me costará más o menos asumir que tenemos que convivir con la muerte durante los próximos años.
Sé que va a ser doloroso, de hecho ya lo es y mucho, pero no me queda otro remedio que aceptarlo.
Pero tengo miedo de que mi madre se desmorone.
Ella es muy fuerte y cuando las cosas se tuercen lo es aún más.
Pero esto creo que todo esto ya es demasiado y temo que caiga en una depresión.

MÉDICO.-

Puede pasar. Eso no te lo voy a negar.
Pero yo a tu madre la veo fuerte como un roble
y capaz de aguantar esto y mucho más.

ANDREA.-

No sabes lo gran actriz que es.
Es capaz de ocultarse bajo tantas capas de maquillaje
y tantas caretas diferentes que te costaría saber quien es realmente.

MÉDICO.-

Se protege del mejor modo que conoce.

ANDREA.-

¿Pero que pasará el día que ya no sepa como esconderse?

MÉDICO.-

¿Y qué quieres que hagamos?
Dudo que vaya a contarme a mí o a cualquier otro lo que pasa por su cabeza.

ANDREA.-

¿Tu crees que un psiquiatra serviría para algo?

MÉDICO.-

Me extrañaría mucho que aceptase hablar con él.
Pero si consiguieras que lo hiciera, seguro que le beneficiaría.

ANDREA.-

Tú recomiéndame a uno. Que de llevarla ya me ocuparé yo.

MÉDICO.-
(Escribiendo una nota y extendiéndosela a ANDREA)

Mira llámale. Es amigo mío. Dile que te envío yo.
Es un tío muy humano y con mucha experiencia.

ANDREA.-
(Mirando la nota)

Héctor Nájera ¿No será un carcamal?

MÉDICO.-

¿Te lo parezco yo?

ANDREA.-

Ya Paco. Pero es que tú.

MÉDICO.-

Pues fuimos compañeros en la facultad.
¿Crees que te servirá?

ANDREA.-

¿A mí?

MÉDICO.-

Bueno eso ya es cosa tuya.

ANDREA.-

Creo que me voy a ir antes de que me sigas tomando el pelo. (Se levanta)

MÉDICO.-
(Acompañándola hasta la puerta)

Manténme al corriente por favor.
Y no le digas a tu madre que te lo he recomendado yo.

ANDREA.-

Vale… Pero a cambio quiero que me hagas un favor.

MÉDICO.-

Tú dirás.

ANDREA.-

Ya que dices que es amigo tuyo quiero que le pongas en antecedentes…
Creo que ni a ella ni a nadie le gustase sintetizar en unos minutos una vida plagada de dramas,
para que un desconocido te acabe diciendo que estás mal de la cabeza,
que tu vida es una mierda y que necesitas ayuda.

MÉDICO.-

Mujer, si lo ves así.

ANDREA.-

Te aseguro que así es como ella lo va a ver.

MÉDICO.-

Está bien, hablaré con Héctor.

ANDREA.-

Gracias.

MÉDICO.-

Pero no te creas que eso les gusta mucho… querrá hablar con ella.

ANDREA.-

Si es tan humano y tiene tanta experiencia como dices,
no creo que tenga ningún problema en conseguir lo que quiera…
Lo que me preocupa es la primera impresión.

MÉDICO.-

De acuerdo… De acuerdo, hablaré con él…
Y tú cuídate un poco que también pareces necesitar un descanso.

ANDREA.-

Yo estoy bien. Gracias.

sec.11.escaleras casa PADREs. INT. día.

ANDREA regresa a casa, es mediodía, y al subir las escaleras se encuentra con una mujer. Es una señora algo esperpéntica que viste con ropa de los años sesenta o al menos muy pasada de moda. Tiene una enorme mata de pelo teñido de un negro exagerado y lo lleva recogido en un moño alto, desfasado y espectacular. Está muy deteriorada en su salud. Sube caminando de forma fatigosa y carga con una pequeña bolsa de la compra con cuatro cosas de primera necesidad pero que parece pesar como si fuera para todo el mes.

ANDREA-.

Hola Eufemia cómo estás. Deja que te ayude
(cogiendo la bolsa).

EUFEMIA.-

Hay gracias hija tú siempre tan amable y educada.

ANDREA.-

Vamos, vamos Eufemia. Que tampoco es para tanto.

EUFEMIA.-

Si. Sí que lo es.
No vayas tú a creer que todo el mundo hace las cosas con tan buen corazón como tú.

ANDREA.-

Se me hace raro verte llegar tan tarde con la compra.

EUFEMIA.-

A mi también hija. A mí también.

ANDREA.-

Yo te recuerdo siempre tan madrugadora…
Cuando era pequeña, estaba segura de tú que eras la primera clienta de todas las tiendas.

EUFEMIA.-

Y solía serlo hija. Solía serlo…
Pero últimamente no tengo fuerzas para nada.
Todo me cuesta un triunfo y justo consigo levantarme de la cama para llegar antes de que cierren.
Ya ves la edad que no perdona a nadie.

ANDREA.-

Bueno, bueno, mujer. No será para tanto. Además no eres tan mayor.

EUFEMIA.-

¿Tú crees?

ANDREA.-

Claro que no… ¿Y qué te dice el médico?

EUFEMIA.-

Nada del otro mundo.
Que tome unas vitaminas y que haga reposo.
Ya sabes a los viejos siempre nos aconsejan estar descansados para el día en que nos muramos.

EUFEMIA finge encontrarse mejor de lo que está pero tienen que detenerse a cada paso para que recobre el resuello.

EUFEMIA.-

Con lo que hemos sido nosotros.
No había día en que Osvaldo y yo no nos diésemos nuestro buen paseo,
y en verano no dejábamos de ir a la playa ni un solo día.

ANDREA.-

Siempre estabais morenísimos.

EUFEMIA.-

Éramos la envidia del barrio.

ANDREA.-
(Dando un poco coba)

Ya lo creo.

EUFEMIA.-

No es por que yo lo diga…
Pero no sabes como nos miraba la gente por la calle….
Bueno y es que no me extraña por que mi Osvaldo ha sido siempre un adonis…
Tan guapo y tan bien formado. Con un cuerpo que ya lo quisieran muchos jovencitos.

Las dos llegan hasta la casa de EUFEMIA. Abre el cerrojo. Tiene que dar varias vueltas a la llave antes de conseguir abrir la puerta. Se detienen en el umbral.

ANDREA.-

Siempre ha sido muy atractivo.

EUFEMIA.-

Si lo hubieras conocido cuando lo hice yo. Te aseguro que no lo hubieras dejado escapar.

ANDREA.-

¿Y qué tal está?
Me ha dicho mi madre que está un poco pachucho.

EUFEMIA.-

Ojalá fuese tan sencillo como eso.
El pobre (Bajando la voz para que no la escuche él) está muy delicado.
Prácticamente se pasa el día en la cama.
¡Dame, dame la bolsa!

ANDREA.-

Deja que ya te la llevo hasta la cocina.

EUFEMIA.-

No. No.
Ya has hecho suficiente.
Ahora la dejo aquí mismo que luego ya la meteré.

ANDREA.-

Bueno. Como quieras…

ANDREA entrega la bolsa a Eufemia que a su vez la deja en el suelo del recibidor. EUFEMIA entorna la puerta, hace lo indecible para no dejar que ANDREA tan siquiera pueda asomar la nariz para ver el interior de la casa. EUFEMIA quiere hablar pero no quiere que ANDREA, que lanza furtivas miradas hacia el interior, vea su casa.

EUFEMIA.-

Qué mona eres Andreína.

ANDREA.-

Sabes que tú eres la única persona que me sigue llamando así.

La luz de la escalera se apaga a cada instante. ANDREA tiene que encenderla de nuevo para poder continuar la conversación.

EUFEMIA.-

Pero si te he visto nacer.
¿Cómo quieres que te llame?
No sabría hacerlo de otra manera.
¿No te molestará, verdad?

ANDREA.-

¡Que va mujer!
Bueno cuéntame porque no sabía que lo de Osvaldo era tan serio.

EUFEMIA.-

Pues lo es hija. Lo es.

ANDREA.-

¿Y tú ya te encuentras bien para ocuparte de los dos?

EUFEMIA.-

Hago lo que puedo… Fuerzas no me faltan…
Lo que ocurre es que todo lo hago más despacio.
Todo me cuesta un esfuerzo que a veces me parece imposible…
Pero al final siempre acabo lográndolo.

ANDREA.-

Y no has solicitado alguna ayuda.
¡Ay! Eufemia perdona que me entrometa…
A veces me paso de cotilla.

Unos pasos y unas toses se escuchan por la escalera.

EUFEMIA.-

No te preocupes hija.
(Confidencialmente)

La verdad es que no suelo tener muchas oportunidades de hablar con gente.

Se oyen ahora unos ladridos de un cachorro de perro. Un vecino de unos cincuenta años baja andando las escaleras con su perro atado por su correa. Se llama MATÍAS. Al pasar junto a las dos mujeres el animal ladra nervioso y MATÍAS refunfuña un poco avergonzado por la escandalera.

MATÍAS.-

Buenas tardes. Y perdonad por el escándalo.

EUFEMIA.-

Buenas tardes Matías.

El perro ladra de nuevo.

MATÍAS.-

¡Coño Neptuno, cállate ya!
Lo siento. Lo siento.
Es que este perro es medio lerdo.
No sé a que santo viene tanto ladrido.
Me voy me voy. Buenas tardes.

Al marcharse el MATÍAS, EUFEMIA aprovecha para cotillear un poco.

EUFEMIA.-

¡Fíjate tú!
Mi Osvaldo muriéndose con todo lo que le queda por vivir,
y el padre de éste, con una salud de hierro,
ha decidido que ya estaba bien de vivir y dicen que está en las últimas.

ANDREA parece no entender lo que le quiere decir pero apenas tiene la oportunidad de averiguar más, porque OSVALDO llama a su mujer desde el otro extremo de la casa.

OSVALDO.-
(Con voz de ultratumba)

Eufeeeeeemia.

EUFEMIA.-

Bueno guapa ya seguiremos charlando en otro momento.
Veo que desde que no vives aquí hay muchas cosas de las que no estás al corriente.
Adiós.

EUFEMIA cierra la puerta en las narices de ANDREA.

sec.12. casa PADREs de andrea. INT. día.

ANDREA llega a casa. Es mediodía. Al abrir la puerta le sorprende la penumbra en la que está sumido todo el piso. El silencio lo gobierna todo. A ANDREA le sorprende tanta quietud. Incluso podría decirse que un cierto temor la invade. Sospecha que algo haya podido pasar. Apenas se atreve a adentrase en la casa, pero lo hace. Allí parece no haber nadie.

Comienza a recorrer un largo pasillo. El miedo y la preocupación se van apoderando de ANDREA a partes iguales.

Al fondo del pasillo. En la habitación más alejada de la casa. Tras ANDREA alguien ha pasado fugazmente. ANDREA no lo ha visto pero ha sentido algo. Mira hacia el lugar por el que pasó ese «alguien» pero ya no ve nada.

Continua su recorrido asomándose en cada habitación. Sigue sin ver a nadie pero el aspecto de la casa es cada vez más misterioso.

Al salir de una de las habitaciones de regreso al pasillo se da de narices con MARGARITA a la que a punto está de caérsele la infusión que leva en una bandeja. Entre las dos, haciendo equilibrios, consiguen que nada caiga al suelo.

ANDREA.-

¡Margarita! Pero… Menudo susto me has dado.

MARGARITA.-
(Susurrando y pidiendo silencio con el dedo índice en sus labios)

Y usted a mi señorita. No sabía que estuviera ya en casa.

ANDREA.-
(Susurrando)

¿Qué pasa? ¿Por qué está todo tan a oscuras?
¿Por qué tanto silencio? ¿Ha pasado algo?

MARGARITA.-

No se asuste. No sea malita… Es su papá.

ANDREA.-

¿Le ha pasado algo?

MARGARITA.-

Discutió con Javier.

ANDREA.-

¿Con el fisio?

MARGARITA.-

Sí. No quería hacer los ejercicios.
Se puso nervioso, y al poco de llegar ya lo estaba echando de la casa.

ANDREA.-

¿Y mi madre?

MARGARITA.-

Salió… Pero ahora está con él.

ANDREA.-

¿Dónde?

MARGARITA.-

En el cuarto de la plancha.

ANDREA.-

¿En el cuarto de la plancha?
¿Por qué ahí?

MARGARITA.-

Hay señorita. Vaya usted a saber.
Pero su pobre papaíto se encerró allí.

ANDREA.-
(Señalando la bandeja)

¿Esto es Tila?

MARGARITA.-

Sí. Es para él.

ANDREA.-

Dame, ya se la llevo yo.

 

Continuará…

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© “Los Hijos de Noé” es un guión de Oriol Villar-Pool